El presidente Alberto Fernández decidió que su primer viaje oficial al exterior sea a Jerusalén para la conmemoración del Holocausto, una ocasión en la que conjugó un perfil bajo con la oportunidad de presentarse a un amplio espectro de líderes extranjeros cuyos apoyos podrían contribuir en la renegociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Alberto Fernández estuvo 50 horas en Jerusalén, en las que no dio un discurso ni recorrió la ciudad, evitó toda polémica o profundizar sobre temas sensibles, y solo tuvo dos reuniones bilaterales formales con las autoridades anfitrionas: el presidente israelí, Reuven Rivlin y el primer ministro de ese país, Benjamin Netanyahu.
A diferencia de muchos de sus antecesores, Fernández no utilizó su primer viaje internacional para hacer una fuerte declaración política o ratificar una alianza bilateral o regional en particular como eje de su futura política exterior.
La visita a Israel fue una carta de presentación sutil en medio de una negociación financiera internacional delicada que definirá gran parte de su capacidad de gestión en los próximos cuatro años.
Alberto Fernández se saludó y conversó brevemente con el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence; con el presidente de Francia, Emmanuel Macron; con su par de Rusia, Vladimir Putin, y de Italia, Sergio Mattarella; así como con el rey Felipe de España y el monarca Guillermo de Países Bajos.
Los saludos y las conversaciones fugaces le permitieron engrosar su lista de reuniones con jefes de gobierno y Estado en la gira europea que comenzará el viernes próximo con el papa Francisco en el Vaticano y continuará por Roma, Madrid y París.
Ayer, antes de abandonar Jerusalén y regresar a Buenos Aires, el propio Presidente explicó su estrategia: “A los países que tienen un lugar en el directorio del Fondo (Monetario Internacional, FMI) y votan, les transmitimos nuestra preocupación y nuestro deseo que acompañen el pedido de Argentina”.
“Lo hice en Israel y lo hago donde voy porque lo necesitamos. Y, ahora, la semana entrante, lo mismo hablaré en Italia, en España, en Francia. Son votos y acompañamientos que necesitamos”, agregó en un breve diálogo con la prensa.
En este sentido, las reuniones con las autoridades de Israel, especialmente el primer ministro -quien detenta el poder político en el país-, buscaron despejar cualquier tensión en la agenda bilateral, no tanto por el peso del Estado israelí en el FMI, sino por su alianza histórica y especial cercanía coyuntural con la Casa Blanca, el principal actor en el Fondo.
Fernández aseguró que la muerte del fiscal Alberto Nisman no fue un tema de discusión en ninguna de las dos reuniones y fuentes de su comitiva dijeron lo mismo sobre el Memorandum con Irán, dos temas sensibles en la relación entre el gobierno israelí e importantes sectores de la alianza que llevó al presidente al poder en las elecciones de octubre pasado.
Netanyahu felicitó públicamente al Presidente argentino por su “lucha en pos de la verdad en el esclarecimiento” de la voladura a la AMIA y su decisión de mantener al partido-milicia libanés Hezbollah en la lista de organizaciones terroristas, como pidieron con especial fuerza en América latina Israel y Estados Unidos en las últimas semanas.
Pese al “gesto” -como lo calificó una fuente de su comitiva- de mencionar el conflicto con los palestinos en una serie de tuits la noche anterior, Fernández no tocó el tema cuando se presentó con Netanyahu ante la prensa sino que, por el contrario, se concentró en los temas y antecedentes que unen a los dos países y a los dos gobiernos.
El Presidente regresó a Buenos Aires sin grandes anuncios, pero con una renovada buena relación con Israel, una foto de familia que busca refutar los análisis que lo ubicaron desde la campaña electoral dentro del eje cada vez más limitado de Venezuela y Cuba en América latina, y una gira europea con una agenda cargada y mucho más política que la que mantuvo en Jerusalén.